Cuando nos enfrentamos con un desafío, debemos verlo como una oportunidad para el crecimiento espiritual en vez de intentar evitarlo. El confort y la complacencia pueden hacer que perdamos de vista nuestras prioridades, debilitando nuestro sentido de urgencia en nuestra misión espiritual. Las adversidades físicas o espirituales nos pueden sacudir de esta indiferencia, socavando nuestra seguridad y dándonos la oportunidad de avanzar en nuestra relación con el universo cuando nos abrirnos paso a través del obstáculo.