Shavout:
Luz en los lugares más inesperados
Shavuot nos asiste para que escuchemos nuestra voz interior, la cual es siempre una con el Creador. Este es un tiempo en el que podemos renacer, para que así podamos ver el mundo y a nosotros mismos en una nueva y mejor forma.
Durante las últimas siete semanas, un período pesado llamado el Ómer, hemos limpiado nuestra vasija para estar listos para Shavuot. Ahora, estamos preparados para recibir la Luz de esta festividad tal como fue otorgada a los israelitas en el Monte Sinaí.
En Shavuot, nos reuniremos para la lectura de la historia de Rut. Conectamos con ella no porque era la tatarabuela del Rey David, sino porque su propia historia de vida es un ejemplo de cómo, a partir de una gran dificultad, podemos elevarnos para ser una luz brillante en este mundo. Al igual que recibimos esta revelación después del proceso de las últimas siete semanas, así también ocurrió en la vida de Rut. En nuestro dolor podemos encontrar crecimiento y redención.
Por cierto, el linaje de Rut no era tan “perfecto” y “santo”. Ella era parte de la tribu de Moav, quien nació del incesto entre Lot y su hija. Ella descendió de Balak, y acerca de él sabemos, gracias al Zóhar, que practicaba la hechicería del lado oscuro. Y sin embargo, ella pudo convertir la energía que se le dio no sólo para su propio beneficio, sino para el beneficio de las generaciones venideras.
Cuando algo verdaderamente poderoso necesita venir a este mundo (sí, incluyendo los seres humanos) a menudo llega en un envoltorio que quizá consideremos negativo, difícil o incluso oscuro. ¿Quieres saber el secreto de por qué esto ocurre de esa manera? La razón por la que llega de esa forma es para que las fuerzas de la oscuridad lo dejen tranquilo. El Rey David es otro ejemplo. De sus hermanos, él parecía el menos indicado para ser escogido como rey. Él era un pastor pequeño, pelirrojo y pecoso que se la pasaba en el campo.
Cuando el profeta Shmuel llegó a la casa de Yishái y dijo: “Sé que hay un rey que vendrá de ti y necesito conocer a tus hijos”, primero vio al hijo mayor quien era monumental, y pensó: “Debe ser él”. Pero algo dentro de él le dijo: “No, Shmuel, no es él”. Así que Shmuel conoció a los seis chicos antes de dar la vuelta y preguntar: “¿Tienes algún otro hijo?”. Había uno más —David— pero nadie había tan siquiera considerado a David como una posibilidad, así que lo dejaron cuidando a sus ovejas en el campo. Cuando al final David, este chico de apariencia rústica y extraña, se paró frente al profeta, Shmuel dijo: “Este es el Rey”.
Aprendemos de Shavuot que la Luz emerge desde los lugares más inesperados. Ciertamente, nuestras bendiciones están envueltas en nuestros desafíos. No estamos aquí para ser perfectos, estamos aquí para crecer. Cualquier oscuridad que estemos atravesando está allí para que podamos transformarla de manera que nos beneficie a nosotros y a toda la humanidad.