Un hombre hambriento golpea la puerta de un campesino. Cuando este abre la puerta, el hombre le pide comida. El campesino se dirige a su huerto para darle algunos frutos. Pero resultó que todos los frutos estaban verdes… entonces el campesino, concentrándose dice una palabra mágica y hace madurar los frutos.
El hijo del campesino, que había estado observando todo, al escuchar la palabra se sorprendió tanto que corrió hacia otro huerto donde también los frutos estaban verdes y dice la misma palabra mágica que había usado su padre pero los frutos no maduran.
Decepcionado, el muchacho va hacia su padre y después de contarle lo sucedido le pregunta: » ¿por qué no maduraron mis frutos padre, si he dicho exactamente lo que tú dijiste?
Y el padre sonríe y le contesta: «Muy sencillo hijo mío, la magia no ha funcionado porque no tenías con quien compartir tus frutos».
La Kabbalah nos enseña que para poder recibir en esta vida, hay que dar, hay que compartir.
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