Toda nuestra vida es movimiento. Todo lo que tiene vida (incluyendo a las plantas) tiene movimiento. Nada de lo inmóvil vive, incluso el agua: está viva mientras tenga movimiento, en cuanto se estanca se pudre y se muere.
Este mismo principio podemos aplicarlo a nuestro cuerpo: para estar verdaderamente vivos no debemos estar inmóviles ni estancados.
Cuando no movemos o dejamos de utilizar alguna parte de nuestro cuerpo, esta se deteriora y nos provoca un desequilibrio.
La filosofía china propone la existencia de dos fuerzas en movimiento, que son a la vez opuestas y complementarias (podemos verlo en la naturaleza: el día y la noche, el frío y el calor, etc). Una de las fuerzas no puede prescindir de la otra, y tampoco puede dominar una sobre la otra. El hombre debe estar en equilibrio entre estas dos fuerzas: ese es el objetivo del Tai Chi.
El Tai Chi facilita la circulación de la energía y permite el equilibrio de estas dos fuerzas en nuestro cuerpo para ayudarnos a encontrar nuestra armonía.
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