Imaginemos un paisaje, en el que el cielo abraza el horizonte. No importa qué tan irregular sea el perfil del paisaje, si tiene árboles, montañas o edificios. El cielo siempre se adapta. Donde quiera que estemos, el cielo constantemente se encuentra con el horizonte. Se ajusta perfectamente a la superficie de la tierra. Incluso si hay algún cambio en el paisaje, el cielo vuelve a ajustarse. Puede haber nubes, puede ser de noche, puede haber montañas o árboles o incluso edificios en el horizonte, pero la relación armoniosa permanece. Si trasladamos esto a nuestra vida, podríamos decir que no importan las circunstancias que la vida presente, debemos adaptarnos, hacer un esfuerzo por evolucionar junto con el medio. Ya sea que pensemos que situación es buena o mala, no vale la pena resistirnos, eso solo nos hará sentir cansados.
Lo que debemos hacer es concentrarnos en percibir cualquier circunstancia que nos rodea para aprovecharla al máximo.
El ser flexible y ajustarse constantemente a los tiempos es uno de los secretos del éxito.
Normalmente pensamos que el paisaje es el primer plano y el cielo es el fondo. Pero aunque así sea, el cielo complementa el paisaje. Si pensamos en esta característica de estar al fondo, también podremos encontrar el ajuste prefecto con la vida. Pero no hay que considerar esta adaptación como pasividad . Es concordancia. Es porque el cielo está en el fondo que es, de hecho, indispensable y supremo. Así es también con nosotros. Si sabemos cómo adaptarnos, terminamos siendo felices y exitosos.